Mundo
espiritual 2
según la teoría del Dr. Régis Duthail
De
chico Régis Duthail leía las novelas de Asimov y soñaba con
naves
espaciales más rápidas que la luz. En los años cincuenta comienza a
estudiar física. Se le enseña un mundo en el cual el
hombre se desplaza a la velocidad de la marcha, el sonido a 343
m/s, los jets más rápido que el sonido, y la luz a 300.000 km/s Frontera absoluta: el universoestá hecho de tal manera que más
allá de esta cifra límite no hay nada, tal como afirma el dogma de
Einstein. Ni espacio
ni tiempo. Nada.
Régis Duthail
comienza a trabajar como profesor de biofísica en la universidad
y luego se convertirá en investigador en la Fundación Louis de
Broglie.
Pero esta barrera de la luz lo intriga. Después de quince años de investigación en pizarrones negros
y en
laboratorios, logra, por fin, atravesar la
frontera prohibida...
en teoría matemática. Detrás del muro de la luz descubre un
mundo muy raro, en el cual el hombre -si pudiera ser enviado allí-
tocaría con las manos una sensación, a la vez,
extraordinariamente
familiar. ¿Cuál? ¿Qué
es lo que existe en usted que puede pasar
a través del "portal"
y que nunca nadie pudo localizar en un sitio preciso? ¡El
concepto! ¿Y qué hay detrás del concepto? La conciencia, el espíritu.
En resumidas cuentas, habiendo partido de la
matemática pura, el
físico se encontró en medio de la pura subjetividad humana, como
David Bohm y otros antes que él. Le pedimos que nos contara todo
eso.
Nouvelles Clés:
¿Cómo
fue que un día
decidió
romper
el muro de la luz?
Régis Dutheil:
Todo comenzó en el año 1972, en el Laboratorio de Acústica Teórica
cuando leí, una mañana, un artículo de Scientific American en
el cual Geral Feinberg hablaba de una partícula
de velocidades
infinitas: el tackyón (del griego tackus, rápido). Para mí, que
era relativista y que sólo conocía velocidades inferiores a la
luz, dicha partícula debía estar dotada, si es que existía, de
propiedades sumamente curiosas. ¡Su velocidad
infinita suponía
que se podía observar, en
el laboratorio, el aniquilamiento de un
par de tackyones antes de su creación! A causa de esta
posibilidad de “ver en el futuro” el
tackyón perturbaba todas
mis concepciones científicas. Estaba fascinado por la idea de que
un día se lo pudiese descubrir.
NC: Y sin embargo hoy se sabe que ese tackyón existe.
RD: Es
lo que efectivamente demostraron muchas experiencias, pero veinte
años más tarde. En 1992, por ejemplo, el Instituto de Física de
Colonia, logró observar tackyones que iban tres o cuatro veces más
rápido que la luz sobre ondas radio centimetradas. La observación,
publicada en un periódico de física europeo, fue, poco tiempo
después, reproducida por los norteamericanos. Otras experiencias,
llevadas a cabo en la facultad de Orsay, como también las del
gran ciclotrón de Louvain, confirmaron
luego la existencia de tackyones. Para resumir: el
tackyón existe, pero en ese momento,
en 1992, quienes lo buscaban en laboratorio, no podían encontrarlo.
Y esto me llevó a pensar que si nadie lo encontraba
era porque se escondía en otro sitio.
NC: ¿Y
en dónde?
RD: ¡En
el “más allá” de Einstein, justamente! En su esquema del
espacio relativista, Einstein había inscripto la palabra
“más
allá” del otro lado del cono de luz. Esto significaba que, según
él, del otro lado de nuestro universo, se encontraba un vacío
muy misterioso: sin sustancia ni energía, tal como nosotros la
imaginábamos. El eterno ausente. El día en que leí la hipótesis
de esta curiosa partícula, el tackyón, pensé: Ahí se esconde el tackyón, en este
“más allá” de Einstein, todavía
indeterminado. Esta partícula de masa nula formaba muy
probablemente (¿por qué no?) la trama física de este más allá.
Imaginé que era de capital importancia para el
equilibrio del
universo. Pero el problema era que ese “más allá” era un vacío
mientras que ninguna ecuación lo definiera.
NC: ¿Y encontró esa ecuación?
RD: Sí.
A pesar de su estilo inacabado, nuestra investigación en común con el físico
Rachman de un “más allá” tackyónico fue publicada en Nuovo
Cimento (una de las más grandes revistas de física teórica), como así
también en la Academia de Ciencias de Liège. Seducido por
nuestra carrera de fondo, el astrofísico Jean-Claude Pecker, uno
de los representantes nacionalistas más puros de la
ciencia
oficial, entró en contacto con nosotros y
luego nos puso en
relación, en 1977, con otro miembro de su familia de pensamiento:
Jean-Pierre Vigier, del Instituto Henri Poincaré. Vigier, que
estaba al tanto de mi voluntad de descubrir un “más allá”
tackyónico, y que, en esa época, maduraba un nuevo modelo de
electrón, me recibió dibujando un círculo en el pizarrón.
“Dutheil, me dijo, aquí tiene un electrón. ¿Podría usted
hacerme entrar un tackyón dentro de esta esfera?”
Un
año después volvíamos a tomar juntos la tiza
blanca para
dibujar su nuevo electrón: una bola de energía de vibración
muy elevada, y dentro, un espacio - tiempo tackyónico en donde
reinaban velocidades infinitas. Entonces, ¡el “más allá” no
sólo existía, sino que estaba lleno de tackyones,
nosotros lo habíamos
encontrado dentro de un supra electrón ! Tal como lo había
pensado, se escondía “del otro lado del universo”; pero, como
si fuese un doble invisible, este otro lado se
encontraba en lo más
profundo de la materia, dentro de cada partícula de las que
estamos hechos y que siempre estuvieron al alcance de nuestros
ojos, pero con una vibración por encima de la
velocidad de la luz. Y
la tentación fue demasiado fuerte. No me podía detener ahí.
Ahora me imaginaba lo que sucedería si se descubría que todos
los micro “más allá” de todas las partículas funcionaban en
realidad juntos como un vasto campo de materia tackyónica.
NC: Y si así fuera, ¿qué pasaría?
RD: Si
tal campo existiese, sería una suerte de emergencia, un mundo muy
extraño en el cual mi cuerpo, si pudiese ir allí, se desplazaría
a velocidades casi infinitas y existiría entonces,
simultáneamente,
en todos los puntos del espacio, pues me desplazaría de acuerdo a
mi concepto. En esta pieza en donde estamos hablando, somos como
caracoles desde el punto de vista de la física:
cuerpos de
velocidad nula. Por eso nuestro tiempo vivido se confunde con la
flecha del tiempo del universo. Pero si nos acercáramos a la
velocidad de la luz este tiempo vivido se dilataría. Una vez
en
el “más allá”, se desvanecería completamente
bajo el efecto
de velocidades infinitas, ya no pasaría más. Así, no habría
para nosotros límites de distancia si pudiéramos pasearnos en
este “más allá”.
NC: ¡Parece una historia ciencia ficción! ¿Pero
en verdad
podríamos
pasearnos
por este
“más
allá”?
RD: En
esa época, algo me decía que sí. En mi juventud yo era muy
científico. Amaba a la ciencia y creía firmemente en sus
principios. Pero siempre me obsesionaba una impresión de
irrealidad en mi propia vida: los gestos y los objetos habituales
me parecían como en un sueño, como si no fuésemos consistentes.
Tenía la impresión de que lo que llamamos
“realidad” se
encontraba amenazada todo el tiempo y podía desvanecerse para
producir otra cosa bajo una influencia muy débil. Y luego
pude
probar que tenía razón. Pero
mientras tanto seguía trabajando con Vigier en la escritura escolar,
matemática, de este hipotético “campo tackyónico”. Para ayudarme a
concluir con mi proyecto y hacerlo vivir como un verdadero
universo, Vigier me propulsó en 1982 hacia el piso superior de la
investigación en física. Así fue como me encontré con
Lichnerowicz, de la Academia de Ciencias, quien, un buen día, luego
de leer mis cálculos, me anunció: “Sabe, Duthail, existe un grupo de ecuaciones de
Lorentz que corresponde a otro espacio - tiempo,
y debería permitirle terminar su teoría de una
relatividad superluminosa.” Por fin iba a cerrar
el círculo.
Así,
instalado durante seis años en el
salón de Lichnerowicz, manipulé ese grupo
matemático hasta que extraje la ecuación del bello “más
allá” con el cual soñaba desde hacía tantos años.
Esta vez ya no había vacío del otro lado de la luz, sino
un verdadero
campo de materia tackyónica dotado de sus propias leyes y de su propia
existencia.
NC: El “más
allá”,
vacío hasta entonces, se
transforma por sus cálculos
en
lo que denomina “campo
tackyónico”.
Es, en
suma,
el segundo
universo con el que todo
el mundo sueña desde
Platón...
a donde usted desea
ir a pasear.
RD: Usted
se va a reír, pero no iba
a tardar en darme cuenta de que dicho
paseo era posible. Sucedió
en el año 1985. Comenzaba con mi hija, que enseña Filosofía y Letras, a escribir
un ensayo sobre el campo tackyónico. Ese año leímos el libro
del médico y filósofo Raymond Moody,
La vida
después de la vida, obra en donde se podían leer testimonios de hombres y
mujeres que habían sido considerados clínicamente muertos,
y luego reanimados. ¿Y qué decían los
pacientes? Que habían conocido, en el transcurso de sus NDE (Near
Death
Experience, experiencia de muerte inminente) la sensación increíble de
haber salido de sus cuerpos para atravesar, ¿adivine qué?
“Un muro de luz”. Son sus propias palabras. Decían que habían
atravesado un muro de luz a una velocidad infinita, para luego penetrar en una zona sin dolor en donde
no había distancias, y
tener el sentimiento de encontrarse en todos los sitios al
mismo tiempo. Como ve, no había que perder la esperanza
de ir a pasear
a nuestro supra universo. Había que comprender que el ejercicio
era imposible para nuestro cuerpo, pero no para nuestra conciencia
individual.
NC: ¿Qué sucede
con la conciencia del sujeto en
ese vasto
campo puramente
físico de materia tackyónica?
RD:
Le
pertenece. El descubrimiento de las NDE me hizo comprender que el campo tackyónico
es simplemente el territorio propio,
el habitáculo gigante de todas las conciencias individuales.
NC: ¿El territorio de la muerte?
RD:
Digamos
más bien que es el lecho
natural de cada conciencia individual y
dicha conciencia cambia de estado en el momento de un nacimiento
para
ir a encarnarse a un cuerpo sometido al campo de gravedad. Allí
regresa furtivamente en el caso de un accidente, como el de la NDE,
para terminar diluyéndose allí en el momento de nuestra
muerte.
NC: Entonces,
para
usted,
no
hay dudas.
Usted
dice: “el campo que
investigo es el universo de la
conciencia”. ¿Le conviene el término?
RD: Sí.
NC: Usted deduce luego que la realidad fundamental del universo no es
el mundo molecular en
el
que
vivimos,
sino ese piso
superior
de la
conciencia
del que
éste
no sería más
que un
doble imperfecto.
La idea nos viene directamente
de Platón. Y retomada por el
Nobel
Eccles debe
hacer aullar a los racionalistas, ¿no?
RD: Sí,
claro, filosóficamente muchas personas no lo conciben así. Pero matemáticamente mi modelo
nunca pudo ser refutado. Investigadores ilustres,
como
Lobchak, respetan mis ecuaciones. Esto nos
lleva a una paradoja: aquellos que no creen en el mundo que describo, reconocen que su
descripción matemática es válida.
NC: Recapitulemos. La naturaleza del “más allá”
se precisa cada
vez más.
Primero
era el vacío.
Después
usted
hace de
este vacío, un campo de
tackyones. Finalmente,
lee a Moody y concluye
que
ese
campo
es
el universo de la
conciencia.
¿Es un universo constituido de información o de
materia-energía?
RD: De
información. El universo de la conciencia es la fuente de toda la información
de nuestro universo. Contiene toda la información
del universo.
Y esa información está contenida por unidades
de concepto .
NC:
Entonces,
démosle
a ese “más allá”
un
cuarto nombre,
después
de “vacío”, “campo
de
tackyones”,
“universo
de la
conciencia”,
llamémosle, para simplificar, mundo
espiritual.
RD:
¿Y
por qué no?
NC:
¿Y cómo
marcha
el
intercambio
entre el
espíritu y la materia? En
su modelo de “más allá”,
es
la
materia que crea el
espíritu, o
al revés?
RD:
¿Conoce usted la holografía?
NC: Tengo algunas nociones.
RD: Es un procedimiento que consiste en
fotografiar un objeto sin lentes, para poder grabar las ondas que produce la luz difundida por el objeto.
Luego se aclaran estas interferencias con una fuente de luz
láser (un haz coherente y
organizado de fotones), y se obtiene así una imagen del objeto en
tres dimensiones. Este fenómeno había intrigado a un
neurocirujano de California de origen checo, Karl Pribram, quien
concluyó que la materia que nos rodea no es más que la
imagen relieve de una realidad fundamental hecha únicamente de
ondas de frecuencias.
Esto significa que la materia está formada por las mismas ondas del mundo espiritual, pero con una
vibración más densa.
NC: ¿Puede ampliar lo del intercambio entre el espíritu y la materia?
RD: El espíritu se comunica
con la materia, mediante un decodificador que le
sirve de aparato de proyección.
NC: ¿Y qué es este decodificador de proyección?
RD: Es
el córtex cerebral. El cerebro, dice Pribram, desempeña el papel
de una luz láser que convierte las informaciones del espíritu, para
emplear el término que usted eligió, en hologramas de cuatro
dimensiones (tres de espacio, una de tiempo). Para ampliar aún más el tema, el espíritu (el universo de
la conciencia), por intermedio del cerebro, da su forma a los conceptos y los
traduce en palabras.
NC: Ya en los años veinte,
Bergson
hablaba del cerebro como de un
filtro.
RD: Sí,
la imagen es buena. Yo agregaría que es un filtro que puede ser
manipulado. La absorción de drogas, el sueño y todos los métodos capaces de
modificar los estados de conciencia,
permiten agrandar más o menos su abertura, y de regar la
materia de cantidades más
grandes de información proveniente de la consciencia.
NC: Si
el córtex es un decodificador... ¿Qué da
un córtex muy abierto?
RD: Da
un ser muy inclinado a la conciencia global y a las otras
conciencias individuales: una aptitud a la clarividencia que también
puede ser tomada por una inmensa intuición de las cosas, el
acceso puntual a la NDE, o la posibilidad de intercambiar
una información telepática con otros sujetos conscientes de ese
supra universo. Pero, sin llegar a modificar
su estado de
conciencia, cada uno de nosotros puede tener acceso a minúsculos
mensajes del mundo de la conciencia, modificando ligeramente
su manera de mirar las cosas. Volviéndose atento al sentido que
liga los hechos entre sí. Hay antecedentes del tema. En el año 1952 el psicoanalista Carl Gustav Jung y
el físico Wolfgang Pauli pusieron en evidencia el fenómeno de la sincronicidad. ¿Qué es una
sincronicidad? Es la coincidencia en el tiempo de dos
hechos que no están ligados causalmente, pero que tienen un sentido idéntico
o similar.
NC: Pasemos
a un último tema.
En 1990 usted
publicó el ensayo que
hizo con su hija (Brigitte y
Régis Dutheil, "L’homme superlumineux", Ed.
Sand, 1990).
En 1992
sale un segundo libro: La
médicine superlumineuse (Ed.
Sand). ¿Cómo fue
que ese “más
allá” de la conciencia lo puso en la
pista de una medicina
nueva?
RD: En
los años treinta, un anatomista de Yale, Harold Saxon Burr, descubrió que
un campo electromagnético envolvía el cuerpo de todo ser
vivo. Con la esperanza de poder visualizar
ese cuerpo eléctrico, había conectado un voltímetro en el cuerpo de dos mil mujeres a quienes
se les practicaba un Papanicolao. Y algunos
de esos cuerpos
eléctricos, observó, presentaban a la altura de la pelvis un accidente característico. Eso era
sorprendente, porque dichas mujeres
gozaban todas de buena salud. Pero seis meses después, volvieron con un cáncer...
Yo
propongo la siguiente explicación: este campo de Burr revela la
calidad del tránsito, vía cerebro, de las informaciones del espíritu hacia el cuerpo.
Suponga que la conciencia de un individuo
se encuentra un día "oscurecida" por un stress,
una angustia o un dolor moral. ¿Qué va a suceder? Su córtex va a dejar pasar menos información
del campo de la conciencia y por ello la calidad de
proyección holográfica va a bajar, deformando el cuerpo eléctrico. Dañado, ese último ha de
mandar, mediante fotones, una señal degradada o
corrompida a las
células, que van a comenzar entonces a degenerarse. Y luego aparecerá la
lesión clínicoanatómica. Eso se denomina bajón energético.
NC: El
esquema parece funcionar. ¿Pero ha
sido
demostrado?
RD: Hace
diez años, una experiencia del alemán Pop, estableció que permanentemente
había producción de fotones ultravioletas en el
ADN. Ahora bien, recuerde usted lo anterior: el cuerpo
eléctrico envía una señal a las células por intermedio de fotones...
NC: Usted habla de una nueva medicina que se
ocupa del cuerpo eléctrico,
una medicina superluminosa.
RD: La
medicina actual cura solamente el órgano, que no es más que la
fase final de la enfermedad.
Apenas se comienza a reconocer la
importancia del cuerpo eléctrico, cosa que los chinos llegaron a comprender hace muchísimo tiempo. Pronto
podría pensarse en
restablecer un campo electromagnético en su forma normal, aplicando en el
organismo, por ejemplo, una frecuencia acústica que influiría en el equilibrio físico-químico de
las células.
NC: Usted no lucha contra los microbios, sino
contra un desequilibrio más fundamental... el
desequilibrio
del aura.
RD: Como
usted sabe, los microbios sólo proliferan peligrosamente en
presencia de un desequilibrio somático. En caso contrario, permanecen
tranquilos. Entonces, ¿qué es lo que provoca tal desequilibrio? Yo pienso que el miedo, el stress
y el sentimiento de culpa son responsables de muchas enfermedades, porque perturban la
conciencia, alteran el holograma
y desinforman las células.
NC: El
sentimiento de culpa
descripto
como
una información (o una desinformación) que
degrada
las células...
Es tirar un poco fuerte
de la soga ¿no?
RD: ¡Pero
ha tirado de sogas mucho más duras que ésa!
NC: Denos un ejemplo...
RD: En
los años cincuenta había en los Estados Unidos, un neurocirujano muy brillante, pero
bastante materialista, llamado Penfield, que
creía que el espíritu era
un epifenómeno cibernético de la materia. Un día, durante una
operación neuroquirúrgica con anestesia local, estimuló por curiosidad una zona del lóbulo
temporal del
cerebro, un poco por debajo de la zona de proyección auditiva.
Tuvo entonces la sorpresa de enterarse que, justo en ese preciso
instante, su paciente estaba
viviendo una sensación real de descorporización.
¡El hombre se veía en el techo de la habitación! Siguiendo
con esa experiencia hasta los años sesenta,
Penfield llegó a
reproducir voluntariamente la primera fase de una NDE.
Mi
objetivo actual es retomar su trabajo para programar viajes al
“más allá” de la conciencia.
El medio técnico, ya ha sido
descubierto.
NC: ¿Y en qué consiste?
RD:
Lo
lamento, pero aún no puedo revelarlo.
Tal vez más adelante,
en otra entrevista. Sé que
en otras partes del mundo
hay personas
que
se comunican periódicamente
con el
mundo
tackyónico.
Régis Duthail.
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