Religión o Verdad

2ª parte

Artículo transcripto por Guillermo Herrera.

El mayor fraude en la historia de la humanidad

La Iglesia Católica, un invento humano.

Más de mil millones de personas engañadas por la historia y la tradición.

Extracto literal del documental del escritor Juan José Benítez titulado “Mensaje enterrado” recientemente emitido por la primera cadena de Televisión Española a la una y cuarto de la madrugada del domingo 2 al lunes 3 de noviembre de 2003, que resume la información publicada en la serie de libros de este autor titulada “El Caballo de Troya”:

««Fue aquí en este hermoso lugar donde el evangelista sitúa la supuesta fundación de la Iglesia. Y he dicho bien: supuesta.

Mateo dice “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A tí te daré las llaves del Reino de los Cielos y lo que ates en la Tierra quedará atado en los Cielos y lo que desates en la Tierra quedará desatado en los Cielos.”

Extraño, sí. ¿Fundó Jesús una Iglesia? De haber sido así millones de seres humanos habrían quedado al margen de su mensaje y de la esperanza. No, este no era el estilo ni el pensamiento de Jesús. Las palabras del Maestro en este lugar fueron otras. No se dirigió a Pedro, sino a los doce y dijo: “Yo os declaro que sobre vuestros corazones edificaré la Hermandad Espiritual del Reino de los Cielos y sobre esta roca espiritual levantaré el Templo de las Realidades Eternas del Reino de mi Padre. Ninguna fuerza prevalecerá contra esta Fraternidad Espiritual.” Después de la resurrección de Jesús de Nazaret, Pedro sería elegido líder indiscutible de la naciente organización (pues el amado Juan tenía recién 18 años), y alguien, al redactar los Evangelios reafirmó el liderazgo falseando el pensamiento y las palabras del Maestro, y nació la Iglesia Católica, un invento humano. Más de mil millones de personas engañadas por la historia y la tradición. Y las manipulaciones prosiguieron sin el menor rubor, algunas incluso atentando contra la transparente personalidad de Jesús. A esta vergonzosa e interminable sucesión de errores y manipulaciones hay que sumar por últimos los lamentables silencios de los evangelistas respecto al Jesús Resucitado. Los creyentes, una vez más, resultarían estafados. Los textos, supuestamente sagrados, apenas relatan cuatro apariciones del Maestro después de su muerte e ignoran el resto. En total, diecinueve presencias, a cuál más importante.

Y las silencian sencillamente porque las palabras del Resucitado no encajaban ni resultaban cómodas en la filosofía y en el rumbo de la primitiva y naciente Iglesia. Veamos dos ejemplos muy ilustrativos:

- Quinta aparición.- El Maestro se presenta ante María Magdalena y otras 24 mujeres y les dice: “Vosotras estáis llamadas a proclamar la liberación de la humanidad por el Evangelio de la Unión con Dios.” ¿Mujeres proclamando la Buena Nueva? ¿Mujeres al mismo nivel que los hombres? Pedro y el resto, inmersos en una sociedad machista en la que la mujer quedaba relegada a un segundo plano, no podían aceptarlo, y el suceso fue censurado. - Aparición número doce.- Testigos: ochenta griegos y judíos. (Martes 18 de abril del año 30 de nuestra era. Residencia de Rodán en Alejandría, uno de los seguidores de Jesús. Veinte horas.) El Resucitado se presenta ante ellos y dice: “El Padre me ha enviado para establecer algo que no es propiedad de ninguna raza, nación, ni tampoco de ningún grupo especial de educadores o predicadores. El Evangelio del Reino pertenece a judíos y gentiles, a ricos y pobres, a hombres libres y esclavos, a mujeres y varones, e incluso a los niños. Prestad atención, este Evangelio no debe ser confiado exclusivamente a los sacerdotes.” Sobra todo comentario. La historia, la tradición y las religiones han sepultado el mensaje original de Jesús de Nazaret, un mensaje tan sencillo como revolucionario y esperanzador. Un mensaje que dice: todos somos hijos del Buen Dios, un Dios que no castiga, que no lleva las cuentas y que nos ha regalado la inmortalidad. Y el mensaje concluye, hijos del Buen Dios y por tanto físicamente hermanos.

Y llegará el día en que este planeta encantado será un mundo apacible y luminoso, un mundo sin templos, dogmas ni divisiones, un mundo con una sola religión, la del Espíritu.»»

 

 

 

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